“Los sármatas eran una nación
salvaje, sin civilizar, proclive a la guerra por naturaleza y famosos
por tatuar sus cuerpos para parecer aún más terribles en el campo de
batalla”. Esta es una pequeña descripción que realiza el
historiador Dión Casio sobre este pueblo, famoso por su caballería y su
ferocidad.
Los sármatas o sauromatae (en su vertiente helénica), eran un conjunto de tribus nómadas de origen iraní, que llegaron a las estepas del norte del Cáucaso entre el siglo VII-VI a.c., estableciéndose entre los ríos Don y Ural. Vivían principalmente de su ganado, aprovechando sus pieles, leche y hueso, siempre con sus carros a cuesta buscando el mejor forraje por la estepa ucraniana. También comerciaban, sobre todo con las colonias griegas del mar negro, que, aunque los consideraban bárbaros apreciaban mucho el trabajo de orfebrería y metalúrgica de los sármatas.
En muchos sentidos no se diferenciaban de otros pueblos esteparios, la sociedad seguía siendo jerárquica, con una casta dominante (argaragantes) y otra inferior que ocupaban las profesiones y labores más duras (limigantes). Pero tenían una peculiaridad muy notable para la época, y es que sus mujeres combatían junto a los hombres. Eran certeras y terribles con el lazo, que utilizaban para desmontar al jinete enemigo y quedara indefenso. Se sabe que para la mujer sármata era muy importante combatir, pues no podría perder la virginidad hasta que no matara algún enemigo, y no dejaría de combatir hasta su boda, cuando cambiaría el arco y el lazo por una prole de pequeños bárbaros. Puede que por esta costumbre exista la leyenda de que los sármatas eran hijos de escitas y amazonas.
Rendían culto al fuego y al sol, cuyo
nombre de dios sería Perún. Tenían varias deidades como Tassanis, dios
de las furias o Sujatowist, el que juzga a los muertos, con lo cual
probablemente creían en un más allá. Pero su ritual más sagrado
consistía en venerar a una espada, una espada clavada en el suelo (¿os
suena?), una espada que tendría que ser devuelta a una diosa que habita
en un lago (¿más coincidencias?). Sin duda un paralelismo más que claro
con la leyenda del rey Arturo, ¿Tendrán algo que ver los 5.000 sármatas
destinados a Britania por el emperador Marco Aurelio?Los sármatas o sauromatae (en su vertiente helénica), eran un conjunto de tribus nómadas de origen iraní, que llegaron a las estepas del norte del Cáucaso entre el siglo VII-VI a.c., estableciéndose entre los ríos Don y Ural. Vivían principalmente de su ganado, aprovechando sus pieles, leche y hueso, siempre con sus carros a cuesta buscando el mejor forraje por la estepa ucraniana. También comerciaban, sobre todo con las colonias griegas del mar negro, que, aunque los consideraban bárbaros apreciaban mucho el trabajo de orfebrería y metalúrgica de los sármatas.
En muchos sentidos no se diferenciaban de otros pueblos esteparios, la sociedad seguía siendo jerárquica, con una casta dominante (argaragantes) y otra inferior que ocupaban las profesiones y labores más duras (limigantes). Pero tenían una peculiaridad muy notable para la época, y es que sus mujeres combatían junto a los hombres. Eran certeras y terribles con el lazo, que utilizaban para desmontar al jinete enemigo y quedara indefenso. Se sabe que para la mujer sármata era muy importante combatir, pues no podría perder la virginidad hasta que no matara algún enemigo, y no dejaría de combatir hasta su boda, cuando cambiaría el arco y el lazo por una prole de pequeños bárbaros. Puede que por esta costumbre exista la leyenda de que los sármatas eran hijos de escitas y amazonas.
Para el último viaje los sármatas llenaban sus kurgan (tumbas) de sus objetos más preciados, ya fueran adornos de oro, o figuras del mismo metal, arcos, armaduras, utensilios para tatuar, espejos, incluso se ha llegado a encontrar en recientes excavaciones un caldero de bronce en perfecto estado, todas las comodidades para el más allá.
Físicamente al parecer, la mayor parte de este pueblo era aspecto caucasiano, de pelo largo y enrevesado, barbudos, con mil y un tatuajes de diferentes motivos animales, aunque el más predominante solía ser la serpiente, relacionada en muchas culturas con la resurrección o renovación. Vestían pantalones al estilo parto que eran los más adecuados para montar, en su arsenal contaban con largas lanzas de caballería que podían tener la punta de hueso tratado de una manera especial que le proporcionaba una dureza capaz de atravesar muchos tipos de coraza. También contaban con arcos cortos, los típicos de pueblos nómadas hechos con madera encolada, hueso y cartílago, materiales que junto con el diseño del arco permitían atacar a gran distancia pero con un gran poder de penetración, además si contamos que las flechas en muchas ocasiones iban impregnadas de veneno pues doble daño.
Pero quizás la estampa más famosa del sármata es la del catafracto, una figura totalmente acorazada con una armadura de escamas que cubría casi por completo al jinete, que se lanzaba como un auténtico vehículo acorazado contra las líneas enemigas. Y si a la primera no lograban desbaratar las líneas enemigas ponían en práctica su táctica favorita: la huida fingida, primero se retiraban de forma aparentemente desordenada, y cuando el enemigo rompía filas para perseguirlo se reagrupaban y atacaban de nuevo enarbolando su estandarte del dragón (draco) preferiblemente por el flanco, entonces nada había que hacer, los enemigos morían aplastados bajo sus monturas o pisoteados por sus propios compañeros, ensartados por las lanzas sármatas.
Como cualquier pueblo nómada, los sármatas eran inquietos, y no desaprovechaban ocasión para enfrentarse con sus parientes escitas e ir comiéndoles terreno hacia el oeste, hecho que agradaba a los griegos que ocasionalmente se unían a la contienda. Sobre el siglo III a.c. este tipo de incursiones más otros motivos ajenos a los sármatas iniciaron el declive de los escitas dejando su lugar a nuestros protagonistas, que cada vez se acercaban más al Danubio y poco a poco van apareciendo diversas ramificaciones de los sármatas. Nombres como roxolanos, yazigas, aorsos, rugios y alanos (éstos últimos, aunque son de procedencia parecida a los sármatas no se les incluye como parte de su pueblo) se repartían el territorio desde el norte de la Dacia hasta las estepas del Cáucaso.
Desde principios del siglo I, realizaron incursiones junto a los alanos en territorio parto, causando una devastación terrible, pero como es habitual en este tipo de pueblos en vez de retirarse con el botín a sus tierras de origen, el exceso y la sed de gloria les empujaron hasta la Capadocia, donde el gobernador Arriano los detuvo. Sus movimientos constantes por el centro y este europeo propiciaron alianzas con otros pueblos bárbaros, una de las más notables fue su alianza con los marcomanos a finales del siglo II, combatiendo junto a ellos contra el emperador Marco Aurelio.
Finalmente derrotados, el emperador que se dio cuenta de su valía como jinetes. “Alistó” a 5.000 de ellos para proteger las fronteras britanas de los escotos y los pictos, poco a poco se fueron mezclando con los diferentes pueblos con los que interactuaban, sobre todo con los alanos por similitud en muchos aspectos cotidianos, pero incluso este gran pueblo lo pasó mal a la llegada de los hunos a en el siglo IV. Parte de ellos siguió huyendo hacia el oeste perdiéndose en los bosques germanos, mientras que la mayoría se unió obligatoriamente a los hunos, difuminándose entre la miríada de pueblos que formaban su imperio, y desapareciendo finalmente con sus conquistadores.
Algunos historiadores ven en los sármatas el preludio de los caballeros medievales, que unidos a la leyenda artúrica nos da unos caballeros de la tabla redonda esteparios, quizá un Lanzarote con una lanza de hueso, y lleno de tatuajes de serpientes, pero bueno eso como sabéis, es otra historia.
Bibliografía y fuentes:
Brzezinski, M Mielczarek, Los sármatas.
Dión Casio, Historia romana.
Estrabón, Geografía.
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